lunes, 4 de julio de 2011

En un sano impulso se aventuró a adentrarse por un rato en aquel sombrío pero tentador juego de perderse en la abstracción mental. El impulso fue más veloz que la razón: no existen "ratos" por aquellos pagos. Suponer y comprender la idea de la eternidad infunde a la larga o a la corta un miedo aún mayor que aquel innato miedo que justifica la resistencia contra el fin, la muerte. Todo suena terrible, sin embargo nunca creí que fuera para tanto, hasta que una trampa para lobos la capturó. ¡¿Qué hacía una trampa para lobos allí en su no-tiempo en su abstracción mental?¡ No sé, y preguntarmelo no la rescata, no la trae de vuelta. Supongo que si es suficientemente sensata entenderá que la salida emerge cuando cesa el miedo. 


El todo, la nada, se expanden, se ramifican, se duplican, se triplican, se arrastran hacia aquel viejo cuento, el infinito.